Hay instantes en que la literatura abandona el silencio de las páginas y se convierte en pulso compartido. Esto ocurrió cuando los estudiantes de las instituciones educativas “Antenor Orrego” (Laredo), “San Esteban” (Florencia de Mora) y “Juan Alvarado” (Otuzco) pudieron compartir momentos inolvidables con la escritora Carmen Ortega Pardo, autora del libro “Réquiem por Marina y otros cuentos”. En un contexto social marcado por la desesperanza, el caos y la inseguridad latente, este tipo de encuentros reavivan la esperanza.
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El Proyecto Regional “Una apuesta conjunta por la lectura y la escritura”, liderado por la maestra Sussy Tacanga, fue el artífice de esta valiosa experiencia formativa. No se trató de leer un libro, solamente, sino de habitarlo y devolverlo al mundo con nuevas voces. Gracias a ello, las escuelas se convirtieron en espacios de reflexión, creación y escucha colectiva.
Docentes y estudiantes
En Laredo, el profesor Daniel Vidal (docente de Comunicación de la I.E. Antenor Orrego) vio nacer una motivación inesperada. Sus estudiantes, atrapados por la intriga del primer relato, no esperaron la siguiente clase para seguir leyendo. “Se animaron a leer los textos de manera voluntaria”, resume, convencido de que la curiosidad es la chispa del hábito lector.
En Otuzco, la profesora Doris Rodríguez (docente de la I.E. Juan Alvarado) propuso que cada experiencia lectora dejara huellas visibles en el entorno. Sus estudiantes crearon, entonces, murales de frases, collages, mapas de conexiones, un réquiem simbólico y un podcast llamado Voces de Marina. Aquellas representaciones no repitieron el argumento: lo interpretaron, lo reflexionaron y lo tornaron en experiencia viva.
Los testimonios estudiantiles constituyen la mejor revelación de ello. “Me sentí sorprendido cuando nuestra profesora nos dijo que íbamos a tener un encuentro con la escritora. Estuve muy contento de verla y escucharla hablar sobre la obra”, confiesa Rusbel. Katherin define lo vivido como “una experiencia única, casi perfecta para la ocasión”. Recuerda que la autora habló con franqueza sobre el amor adolescente: “Nos dijo que el amor ideal no existe, que nuestra dignidad está antes que todo”. Para Danixa, cada estudiante se ponía por un momento en el lugar de la protagonista. “Nos permitió entender el dolor y el sufrimiento de una mujer violentada”, dice, y en su frase vibra la conmoción y la empatía.
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Vivencias y confesiones
La propia profesora Doris detalla el trayecto de lectura con una honestidad que interpela. Al inicio, algunos reducían la lectura al morbo; sin embargo, gracias a la mediación lectora, esas primeras reacciones fueron transformándose. “Dedicamos las dos horas a la lectura crítica”, explica, y cada episodio empezó a leerse como un grito de dolor y una demanda de justicia.
El día del encuentro, el nervio se transformó en pertenencia. “Somos organizadoras”, proclamaron con orgullo varias alumnas mientras conducían las actividades. El mural, el collage, el mapa, el réquiem y el podcast activaron un contagiante clima de sensaciones y emociones que se transformaron en pensamientos y compromisos de acción.
La profesora Yessica Cabrera (también docente de la I.E. Juan Alvarado) confiesa que un poema y un podcast la conmovieron hasta las lágrimas. “Observar cómo los estudiantes dieron vida a cada página de la obra me emocionó profundamente”, dice, recordando que leer también es un acto de ternura y compromiso con la dignidad humana.
La maestra Sussy Tacanga, especialista de la Gerencia Regional de Educación de La Libertad (quien acompaño a la escritora), destaca la apropiación juvenil de la obra con nítida convicción. “Lo que más me emocionó fue ver cómo los jóvenes se apropiaron de la obra de Carmen Ortega”, sostiene. Para ella, estos espacios demuestran que la literatura, vivida en común, forma una ciudadanía crítica y sensible.
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Aprendizajes
Carmen Ortega, la autora del libro, se confiesa sorprendida por la hondura del encuentro. “No imaginé cuánto valor le han dado a mis palabras estos chicos y chicas”, admite, al comprobar que sus relatos ficcionales reflejan realidades muy cercanas. En el diálogo con los jóvenes, la autora confirmó que las palabras “están cargadas de humanidad”.
Estos tres encuentros (en Laredo, Florencia de Mora y Otuzco) fueron oportunidades de conversación profunda; la lectura fue espejo, pregunta y abrazo. Aquí la comunidad educativa dejó inobjetable evidencia de que la lectura no es una evasión del mundo; muy, por el contrario, es un compromiso para comprenderlo mejor y para atreverse a transformarlo.
A veces un réquiem no es el final; es, más bien, la apertura de un camino. La obra de Carmen Ortega Pardo, mediada por los(as) maestros(as) Daniel Vidal, Esther Cabanillas y Doris Rodríguez, permitió que adolescentes se descubrieran sujetos de palabra y memoria. En esa suma de voces, la literatura dejó de ser una tarea y se convirtió en un horizonte vital: un aprendizaje de humanidad que empieza en la página y continúa en la vida.