¡No hay mejor mérito que superarse a sí mismo! Esta afirmación “cae como anillo al dedo” en el caso de la docente y escritora trujillana Karina Rodríguez Escobal. Si bien su primer libro, “El costo del encierro”, fue un ejercicio inicial de escritura, su reciente publicación constituye un paso firme hacia la construcción de una voz narrativa que podría generarse un espacio propio en la escena cultural liberteña.“Que me alcance la vida” (Editorial Infolectura: 2025), la reciente novela corta publicada por Karina, es una conmovedora propuesta narrativa que integra testimonio, memoria y denuncia social. Desde las primeras páginas se percibe un cambio cualitativo: hay una voluntad más clara de narrar con orden, de revisar el texto con cuidado y de trabajar la prosa hasta lograr un registro coherente y eficaz.
Relación dialógica
No se trata de una escritura ornamental; es un estilo directo, de tono confesional, que se apoya en la economía expresiva del lenguaje. Esa llaneza, lejos de empobrecer el relato, le otorga veracidad y cercanía, pues el lector reconoce la voz de alguien que habla desde la experiencia íntima y no únicamente desde la pura ficción. La historia resulta conmovedora y, al mismo tiempo, dignificante. Su autora expone, con naturalidad, la tensión de una vida atravesada por la pérdida (el esposo de Liliana, la protagonista, es asesinado bajo la careta de un accidente) y la búsqueda de justicia. Se lee con un nudo en la garganta y una opresión al corazón. Las escenas breves, los diálogos cercanos y las pausas reflexivas permiten sentir el dolor y el desconcierto de los personajes. La estructura también ayuda, en este sentido. Dividida en capítulos breves, cada sección está antecedida por epígrafes que, además de anunciar los temas, actúan como claves de lectura. Este recurso orienta al lector y dota al relato de un ritmo ágil. Así, un epígrafe que evoca la memoria se convierte en preludio del duelo narrado en el capítulo, estableciendo una relación dialógica entre paratexto y texto que refuerza el sentido global de la obra.
Dolor fecundo
“Que me alcance la vida” también logra articular la memoria individual con la memoria colectiva. El duelo personal se enlaza con la constatación de una realidad social marcada por la corrupción y la impunidad. Tal como se advierte en el prólogo, este libro constituye “un no a la impunidad”, pero también un sí al amor y a la búsqueda tenaz de la justicia.“No a la impunidad. No al miedo. Sí al amor, a las acciones inteligentes, a la verdad y a la búsqueda incesante de justicia” parece ser la frase que sintetiza el espíritu de esta novela. Esta frase resume con justeza el espíritu de la obra: denunciar sin odio, reclamar sin estridencias, resistir desde el amor responsable y la inteligencia crítica.Karina Rodríguez no rehúye a la dureza del tema, pero introduce momentos de ternura y de cuidado que equilibran la carga de la denuncia. Los instantes de familia, los recuerdos afectivos y los pequeños gestos de solidaridad funcionan como contrapunto y humanizan la narración. En este contraste reside parte de la eficacia de la nouvelle: mostrar que, incluso en medio del dolor, la vida conserva espacios de esperanza.
Voz auténtica
Desde un punto de vista formal, la focalización en la primera persona refuerza el tono confesional. La narradora no solo cuenta lo vivido, sino que se interroga, duda… interpela y actúa. Esta dinámica interna —e incluso la vacilación— le otorga autenticidad a la historia. Adicionalmente, el uso del léxico cotidiano y la sintaxis sencilla intensifican la cercanía con el lector, que se siente testigo de un relato oral trasladado al papel. Como ya se habrán dado cuenta, la novela no solo refleja la tragedia de una familia; interpela también a la sociedad. Los abusos de poder, la corrupción institucionalizada y la indiferencia frente al sufrimiento ajeno se convierten en parte del trasfondo narrativo. La historia muestra cómo la impunidad no es un fenómeno abstracto, sino una realidad que golpea vidas concretas, quebrando la confianza en las instituciones. En este sentido, la obra trasciende lo individual y se erige en testimonio colectivo.
PUEDE LEER: Julia Yepjen, la literatura infantil y los capibaras
Reparación simbólica
El desenlace confirma esa orientación. Sin recurrir a artificios melodramáticos, la autora logra cerrar la narración con un gesto de reparación simbólica. Se trata de un final que actúa como bálsamo narrativo: reorganiza el sentido del duelo y abre un horizonte de dignidad. Al concluir la lectura, el lector no solo se siente conmovido, sino también acompañado en una reflexión profunda sobre la necesidad de memoria, verdad y justicia en nuestro país. Con “Que me alcance la vida”, Karina Rodríguez nos muestra que va construyéndose un camino hacia la madurez literaria: una novela breve, pero intensa, emotiva y aleccionadora. Es un libro que se lee con rapidez; no obstante, su resonancia permanece. En él, la autora nos recuerda que la literatura puede ser un acto de resistencia, una forma de cuidar la memoria y una herramienta para enfrentar la impunidad. Y eso, en tiempos como los nuestros, constituye un aporte valioso y necesario.