Este libro es una invitación a apreciar nuestra historia con nuevos ojos; solo así podremos comprendernos, reconciliarnos y asumir, con esperanza, la tarea de construir un futuro común.
Este libro es una invitación a apreciar nuestra historia con nuevos ojos; solo así podremos comprendernos, reconciliarnos y asumir, con esperanza, la tarea de construir un futuro común.

Hace algunas semanas fui invitado a conversar con los estudiantes que pasaron a la etapa regional del Concurso de Disertación “Ejercicio de la Ciudadanía”. El reciente jueves 9 de octubre, mientras en el Congreso de la República se discutía la vacancia presidencial, reflexionábamos con ellos y con sus docentes asesores sobre la importancia de conocer nuestra historia e interpelarnos a la luz de los acontecimientos.

En efecto, conocer, interpretar y enjuiciar nuestra historia debería ser una condición esencial para ejercer la ciudadanía en nuestro país. Hoy, con una presidenta vacada, un Congreso oportunista y un nuevo presidente acusado de violación, la escuela —en su acepción más amplia—, el hogar y las organizaciones sociales deberían constituirse en espacios de diálogo, reflexión e interpelación necesarios.

Aprender historia

Es responsabilidad de la escuela, como institución, y de la ciudadanía en general reflexionar sobre nuestra historia y, al mismo tiempo, asumir compromisos que conduzcan a una actuación coherente y responsable. Nos encontramos próximos a un nuevo proceso electoral; sin embargo, más allá de este hecho, hoy más que nunca se impone una exigencia ética y moral: ejercer la ciudadanía con madurez y sentido crítico. Tenemos el ineludible deber de informarnos y de actuar pensando en el bienestar común. Solo superando nuestras propias limitaciones o precariedades podremos construir una sociedad más justa y consciente. En ese contexto, resulta pertinente recomendar la reciente publicación de la editorial Reino de Almagro: PARA QUÉ APRENDER HISTORIA EN EL PERÚ, del destacado historiador peruano Manuel Burga —nacido en la Perla del Norte, Chepén—.“¿Por qué hacemos de nuestra historia una suma de relatos sobre lo trágico, lo dramático, el bien perdido y las ocasiones desperdiciadas?”, se pregunta Burga. “¿Por qué no convertirla, como en el caso de Europa, en una memoria de logros y realizaciones?”.

El sentido del pasado

Detengámonos en un detalle significativo: el autor no pregunta por el por qué, sino por el para qué. Desde ciertos sectores académicos, ese giro ha sido visto con desdén, como si la utilidad restara profundidad al pensamiento. Sin embargo, en una realidad como la nuestra —donde “en el Perú nunca tocamos fondo, porque siempre es posible seguir descendiendo”—, ese para qué adquiere un sentido urgente y esencial. En tiempos de incertidumbre, polarización y desinformación, el historiador Manuel Burga nos formula una interrogante inaplazable: ¿para qué aprender historia en el Perú? Su libro, publicado por primera vez en 1992 y recientemente reeditado, no solo reaviva el interés por el pasado, sino que nos invita a mirarlo con una sensibilidad distinta: como un espejo desde el cual comprendernos, reconciliarnos y proyectar un futuro común.Burga —exrector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y exdirector del Lugar de la Memoria— ofrece aquí una versión revisada de su ensayo. En un momento de crisis institucional, reivindica la historia como una herramienta vital para entender quiénes somos y cómo llegamos hasta aquí. Frente al ruido y la fragmentación, propone recuperar el pasado como un territorio compartido, capaz de reconstruir los lazos rotos entre los peruanos.

Historia con esperanza

Burga desmonta la arraigada costumbre de concebir nuestra historia como una cadena de derrotas. Plantea, en cambio, reconocer los logros y aprendizajes de una nación capaz de resistir y reinventarse. En lugar de idealizar la Colonia o el mundo andino por separado, propone integrar ambos legados en un relato común. Aprender historia, sostiene, no es memorizar fechas, sino comprender procesos y evitar la repetición de los errores.De ahí que subraye la urgencia de construir una memoria nacional compartida que abrace la diversidad del país —costeña, andina y amazónica—. El desafío, afirma, consiste en pasar de una historia trágica a una historia fraterna, donde el pasado actúe como punto de encuentro y no como fuente de división.No sorprende, por tanto, que esta reedición haya sido recibida por diversos intelectuales como uno de los aportes más valiosos para el debate cultural y educativo del país. El escritor Eduardo González Viaña, por ejemplo, resalta su capacidad para despertar el orgullo por nuestras raíces, mientras que el historiador José Ragas enfatiza su pertinencia en tiempos de revisionismos interesados y verdades fragmentadas.

Memoria que educa

Por otra parte, en las distintas presentaciones del libro se ha destacado su claridad pedagógica y su potencia para vincular el pasado con los desafíos del presente. El impacto del libro en el ámbito educativo resulta especialmente notable. Quien lo lea descubrirá un punto de partida fecundo para repensar cómo enseñar historia desde la empatía, la pluralidad y el pensamiento crítico.Leer a Manuel Burga es leer al Perú. Para qué aprender historia en el Perú trasciende el formato de ensayo académico: es una invitación a reconciliarnos con nuestra historia, a reconocer nuestras heridas y a descubrir, entre ellas, las semillas de lo que hemos sabido construir juntos. Su lectura resulta indispensable para quienes buscan entender el país más allá de los titulares. En tiempos de desmemoria, este libro nos recuerda que solo quien conoce su pasado puede imaginar un futuro con esperanza.

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