Para la afición peruana, la labor de Agustín Lozano en la Videna se resume en una sola palabra: fracaso. Su ascenso al trono se dio entre las sombras, en diciembre de 2018 -por los problemas judiciales del ahora absuelto Edwin Oviedo-, y desde ese momento, solo ha ido acumulando malas decisiones que acabaron llevando al balompié nacional a una severa crisis. El poder fue su objetivo, no la mejora del fútbol.
ARRIBO
El deporte siempre estuvo en la mira de Lozano y su primera función fue como mandamás de la Liga Departamental de Lambayeque (2007-2010). Después de esa aventura, en 2013, coqueteó con la posibilidad de llegar al sillón de la Federación Peruana de Fútbol, pero no lo concretó directamente, por estar inhabilitado. Así, tuvo que conformarse con unirse a la plancha de Oviedo, en calidad de vicepresidente, en 2014.
Tras clasificar al Mundial de Rusia 2018, Oviedo fue detenido preliminarmente y, luego, preventivamente. Lozano se quedó con su carga,
En 2019, el “Tin” saltó a la palestra no por su buen trabajo, sino por un polémico caso: reventa de entradas en los partidos de las Eliminatorias. De hecho, fue sancionado por la Conmebol en 2020 (multa de 5000 dólares), pero eso no impidió su continuidad en el poder.
A pesar de cargar con esta denuncia, Agustín Lozano supo asentarse como el máximo controlador del fútbol nacional, con el respaldo de las ligas departamentales y apagando las pocas voces en su contra.
Incluso, su presencia parecía pasar desapercibida, dado que había un pararrayos: el profesor Ricardo Gareca, con su éxito como garantía, hacía olvidar las cosas negativas.
Ese mismo 2019, con el “Tigre” en las oficinas de San Luis, aún con la resaca mundialista, Daniel Ahmed, jefe de la Unidad Técnica de Menores, se marchó en medio de una ruidosa decepción: último de su grupo con la Sub-20.
Sin embargo, Carlos Silvestri desarrolló la ilusión, con la Sub-17, en el Sudamericano de Lima, al acceder al hexagonal final. Un único gol de diferencia dejó a Perú sin boleto a la Copa del Mundo de la categoría.
El trago fue amargo, aunque, en una muestra del peso dirigencial que empezaba a ganar, Lozano tomó la bandera para anunciar la organización del Mundial Sub-17 de 2021. Sin duda, era el máximo reto de su gestión. La expectativa era grande y terminó fallando. Pese a que el evento se postergó hasta 2023, por la pandemia del COVID-19, la FIFA retiró la localía, por no cumplir con los compromisos ni la infraestructura.
Las mismas circunstancias volverían a repetirse este año, con el Sudamericano Sub-20 que debía disputarse entre Arequipa y Lima, y la Conmebol desistió de entregar la sede del certamen, que pasó a manos de Venezuela.
En ambos casos, Lozano culpó al Gobierno por la falta de coordinación y apoyo económico para cumplir con los requisitos de estadios, hoteles, transporte y demás. Su tendencia siempre fue esa: lavarse las manos.
CRÍTICO
Una de las decisiones más controversiales que enredaron al presidente de la FPF sucedió entre 2022 y 2023, con la salida oficial de Gareca.
La derrota por penales ante Australia, en el repechaje para la Copa del Mundo, hizo estallar la bomba de malos manejos, como la presencia de personas no vinculadas a la selección en los viajes y en los hoteles de concentración.
Al margen de no haber clasificado a Qatar 2022, pedido de la afición era único: que Ricardo Gareca se quede como DT de la selección.
Sin embargo, el mandamás de la Videna hizo todo lo posible para que eso no ocurra: no conversó directamente con el DT, envió a terceros a negociar y reveló detalles confidenciales (vinculados al sueldo).
La mala relación con el “Tigre”, que se rompió totalmente, terminó sepultando la opción de renovación y, a la larga, causó la debacle.
Sin ideas claras en lo futbolístico y con Juan Carlos Oblitas como director deportivo, Lozano entregó el buzo, sucesivamente, a Juan Reynoso, Jorge Fossati y Óscar Ibáñez. Ninguno produjo un buen impacto ni dio la talla para ir al Mundial del próximo año. La conexión con los jugadores se perdió y, aunado a ello, se hizo notar más la ausencia de un recambio generacional.
Así, concluyó el peor proceso clasificatorio en la historia de la selección peruana: 12 puntos insuficientes para entrar al Mundial 2026, producto de dos triunfos, seis empates y diez derrotas (6 goles a favor y 21 en contra). Atrás quedaron los ciclos a Sudáfrica 2010 (13 puntos) y Brasil 2014 (15 puntos).
MAL MANEJO
Pero el desatre de Lozano también alcanzó a todos los proyectos de menores. Luego de Ahmed, Ernesto Arakaki (2019-2022) y José Guillermo del Solar (2023-2025), con diferentes estilos, fueron los encargados de plantar las semillas en la Unidad Técnica de Menores.
Y otra vez, nada funcionó. En 2023, la Sub-20 de Jaime Serna quedó última, con cero puntos; mientras que la Sub-17 de Pablo Zegarra sí obtuvo una unidad, aunque igual fue colista.
Para el 2025, los tropiezos fueron más resonantes: tanto la Sub-20, con “Chemo”, como la Sub-17, con Carlos Silvestri, acabaron últimas y sin puntos.
A esto se suman los preolímpicos de 2020 (con Solano como DT) y 2024 (con Del Solar como DT), con la “Bicolor” en el fondo, con escasos tres puntos.
Esta situación se agravó por la falta de apoyo de los clubes para ceder jugadores, en algunos casos, por estar en contra de la gestión de Lozano.
Finalmente, “Chemo” tampoco aguantó a Lozano al ver frustrada su planificación para disputar el Sudamericano Sub-20 en Arequipa y renunció.
Más allá de los altibajos deportivos y dirigenciales, Lozano tiene en su haber una detención preliminar por supuesto lavado de activos en 2024.
Pese a toda esta cadena de estropicios, el último 18 de agosto, fue reelecto como presidente de la FPF por segunda vez. Esta vez se quedará hasta diciembre de 2030.
Una política de prebendas con los clubes departamentales y demás estados de elección dio sus frutos. En suma, una dictadura disfrazada de democracia.