Halloween en Arequipa no solo fue una noche de sustos y dulces, sino también una jornada de unión familiar, creatividad y alegría compartida. En un recorrido por la Plaza de Armas y las concurridas calles San Francisco y Mercaderes, se observó a cientos de familias y grupos de amigos celebrando con disfraces ingeniosos que robaron más de una sonrisa.

Lejos de los estereotipos de una fiesta banal, la fecha se convirtió en un espacio para reforzar los lazos familiares y amicales. Hubo desde familias completas vestidas de los Picapiedra y graciosas calabazas, hasta grupos de niños disfrazados del “desayuno familiar”, con trajes de pan, mantequilla, tostadas y mermelada, así como un rebaño de ovejitas.


Otros apostaron por personajes clásicos y modernos como Chucky, Spiderman, vampiros, Cheisoman y figuras del mundo del anime como Rrumi, que despertaron la imaginación de los asistentes. Las mascotas también tuvieron su momento: muchos perros lucieron capas, vestidos, gorros y colas sumándose al ambiente festivo.

Varias madres contaron que elaboraron los disfraces de sus hijos con materiales reciclados, aprovechando telas, cartones y plásticos. Fue el caso de Froylán, quien destacó por su traje artesanal que demostró que la creatividad puede más que el gasto.


Halloween en Arequipa demostró que las celebraciones pueden ser espacios para unir generaciones, fortalecer la comunicación familiar y enseñar valores como la colaboración, la imaginación y el amor. De esta forma, los disfraces no solo fueron parte de la diversión: se convirtieron en símbolos de unión, diálogo y cariño entre padres e hijos.






