A 18 años del devastador terremoto del 15 de agosto de 2007, decenas de ciudadanos acudieron a la capilla de José Luis Tipacti Peña Vásquez, más conocido como “Chicho, el niño de los temblores”, en señal de fe y recuerdo por las víctimas del desastre.
Símbolo de fe
“Chicho” falleció a los 9 años de edad, tras ser aplastado por una pared de adobe durante el sismo. Su cuerpo fue encontrado al día siguiente entre los escombros. Desde entonces, se ha convertido en una figura de devoción para muchas personas que afirman haber recibido milagros tras pedirle ayuda.
Los devotos llegaron para rendir homenaje y dejar velas de colores, cada una con un significado: trabajo, salud, educación, sabiduría y protección.
“Pienso que si hay otro terremoto como el del 2007 será otra catástrofe. Yo vivo en Lima y he venido a visitar a Chicho, que es muy milagroso. Le pido que interceda por mi familia, por la salud y por todo lo que vivimos ahora en el país, con esta ola de violencia”, contó una ciudadana.

Otra devota relató que su fe fue recompensada: “Soy de Lima, ya me iba a regresar porque había caducado mi contrato de trabajo. Hace tres días le pedí a Chicho que me ayude, y me lo concedió. Ahora estoy tranquila. A la población le digo que nunca se olviden de él y que vengan a verlo”.
Dentro de la pequeña capilla, se pueden ver cientos de fotografías, estampas, cartas y objetos religiosos dejados por quienes agradecen favores recibidos.
Recuerdos de una tragedia
Otro de los puntos visitados por familiares de víctimas fue el Cementerio General de Saraja. En el pabellón San Armando reposan los restos de jóvenes y adultos que perdieron la vida por el terremoto, así como también los de “Chicho”.
En algunos casos, los cuerpos fueron rescatados entre los días 16 y 18 de agosto de 2007, tras quedar atrapados bajo los escombros.
El terremoto, de magnitud 8.0, tuvo su epicentro en la provincia de Pisco y dejó cerca de 600 muertos, además de miles de heridos y damnificados.
Julia, trabajadora del cementerio de Saraja, recordó con dolor aquel día. “El terremoto destruyó los nichos, los ataúdes se rompieron, las paredes cayeron. Cuando llegué a mi casa, estaba destruida. Hasta ahora no la he podido reconstruir. En los días siguientes, nosotros mismos salíamos a buscar agua, a buscar pan”.

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