Madagascar vive una nueva ruptura institucional tras el golpe de Estado protagonizado por el Cuerpo de Administración de Personal y Servicios del Ejército de Tierra (CAPSAT), una unidad de élite que anunció este martes la toma del poder en respuesta a la ola de protestas que sacude al país desde el 25 de septiembre.
El presidente Andry Rajoelina, en el cargo desde 2019, habría abandonado el país luego de que las manifestaciones —lideradas por miles de jóvenes de la llamada Generación Z— se transformaran en una revuelta nacional contra su gestión. En un video difundido el lunes, Rajoelina aseguró que se encontraba en “un lugar seguro” para preservar su integridad física, aunque medios locales y Radio France Internationale informan que huyó a bordo de un avión militar francés rumbo a Dubái, tras pasar por la Isla de la Reunión.
De las protestas a la asonada militar
El detonante de la crisis fueron los constantes cortes de electricidad y agua, que generaron el malestar de la población. Las protestas derivaron en denuncias de corrupción, nepotismo y malversación de fondos públicos contra el Gobierno.
La represión policial dejó al menos 22 muertos y cientos de heridos, según cifras de Naciones Unidas. En ese contexto, el CAPSAT anunció el fin de la subordinación al Ejecutivo y ordenó no disparar contra civiles, declarando tener el control de las Fuerzas Armadas.
Este martes, el coronel Michael Randrianirina, líder del CAPSAT, anunció la suspensión de la Constitución y la instauración de un periodo de transición de dos años, asumiendo oficialmente las funciones de jefe de Estado, con el respaldo de la Alta Corte Constitucional.
“Vamos a asumir nuestras responsabilidades, vamos a tomar el poder”, declaró Randrianirina desde el palacio presidencial de Ambotsirohitra.
Crisis política y llamado internacional al diálogo
Antes de su derrocamiento, Rajoelina había intentado disolver la Asamblea Nacional, medida que fue declarada inválida por el Parlamento, que respondió votando su destitución.
El golpe ha sido condenado por la Unión Africana y por potencias regionales como Sudáfrica, que instaron al restablecimiento del orden constitucional y al diálogo político. Sin embargo, los esfuerzos diplomáticos no lograron frenar la asonada.
Un país entre la pobreza y la inestabilidad
Madagascar, considerada una de las naciones más pobres del mundo, atraviesa una crisis política recurrente. El CAPSAT ya había liderado un golpe similar en 2009, que permitió al entonces joven Rajoelina llegar por primera vez al poder.
Hoy, 16 años después, la historia parece repetirse en esta isla del océano Índico, que, pese a ser el principal productor mundial de vainilla, sigue atrapada entre la desigualdad, la inestabilidad y la desconfianza en sus instituciones.