De nada le valió a Martín Vizcarra su cinismo casi patológico, su cara tan dura y su farsa de que es un “perseguido político”, para librarse de la condena de 14 años de prisión que ayer le impuso el Poder Judicial, en trabajo que en algo le lava la cara, por recibir coimas a cambio de dar a empresarios corruptores la ejecución de las obras Lomas de Ilo y Hospital de Moquegua, en los tiempos en que el ahora recluso era gobernador regional de Moquegua, una jurisdicción con inmensas necesidades.

Es verdad que el “Lagarto” ha sido condenado recién en primera instancia y que falta una ratificación de su sanción en la Corte Suprema, pero desde ya está claro que este sujeto que forma parte de la galería de expresidentes infames y vergonzantes para todos los peruanos, se metió al bolsillo más de dos millones de soles que le dieron directivos de empresas constructoras como “peaje” para hacerse de obras públicas, todo el perjuicio del ciudadano de a pie.

Ayer, no habían pasado ni cinco minutos de conocido el veredicto del Poder Judicial, y el condenado ya estaba afirmando en su cuenta en X que la pena impuesta es una “venganza” por haberse enfrentado a un “pacto mafioso”, y de paso aprovechó para hacer campaña en favor de su hermano Mario, al que quiere convertir en presidente para que lo indulte, a pesar de que el otro Vizcarra no ha hecho ni media propuesta y es un personaje que no tiene la más mínima experiencia política o de gestión pública.

Vizcarra no puede quejarse. Este proceso se inició en el Ministerio Público en el 2020, pocos antes de ser vacado de la Presidencia de la República por incapaz moral, y desde ese entonces, salvo por unos pocos días que estuvo bajo prisión preventiva en el 2025, el hombre ha hecho lo que le ha dado la gana. Hasta formó un partido político y viajó por todo el país haciendo proselitismo pese a estar inhabilitado, mientras otros, por la mitad de sus delitos, fueron a parar a la cárcel. ¿Dónde está la venganza o la persecución?

Desde ayer el aire político peruano, por lo general denso y maloliente, está algo más ligero y respirable, pues uno de sus protagonistas más nefastos, un farsante serial que quería hacerse el payaso en las redes sociales para parecer un buen elemento ante los incautos e irresponsables que luego se quejan de sus autoridades, ha ido a parar al lugar que le corresponde por coimero y ladrón, por haberse llenado los bolsillos con dinero sucio obtenido en contra de los intereses de ciudadanos a los que engañó.