El ejercicio de un cargo público inevitablemente despierta intereses y, en ocasiones, ataques. No es raro que estos encuentren eco en determinados espacios, voces o medios de comunicación. A veces, el silencio resulta la mejor respuesta; en otras, simplemente no se brinda el espacio oportuno para ejercer el derecho de réplica, lo que en la práctica equivale a negarlo. Recuerdo un caso en que, frente a un informe sesgado, un medio decidido publicar mi carta de descargas un mes después. Para entonces, cuando ya no era noticia, la verdad perdió la oportunidad de ser escuchada en su momento.
En más de una ocasión, ciertos personajes con tribuna en la televisión han recurrido a referencias poco decorosas, teñidas de machismo y de un estilo más cercano al matonaje que al debate serio. A ellos, que aún insisten en aludir a mi persona, solo puedo decirles: gracias.
Pese a la existencia y persistencia de voces menores, sostengo y defendiendo con convicción la necesidad de un periodismo que investigue, que incomode al poder, que cuestione y que revele. El periodismo ha sido siempre indispensable para el Perú, y hoy lo es más que nunca. Aunque moleste, aunque a veces los justos paguen por pecadores, es preferible una prensa libre e independiente a una prensa sumisa, complaciente o dependiente de intereses.
Podemos discrepar de las opiniones personales o profesionales de quienes lo ejercen; Sin embargo, mientras prevalezca la búsqueda de la verdad, el periodismo será un monumento vivo a la democracia y la tolerancia de toda sociedad moderna. Incómodos, humanos, justos o injustos, prefiero una sociedad en la que la libertad de expresión no se ve limitada por los intereses y la certeza de vivir en un Estado de derecho pleno. Que así sea.