En un nuevo derroche de populismo, el Congreso aprobó por insistencia la creación de 22 universidades nacionales en 15 regiones del país. Sin presupuesto, sin planes de calidad, sin visión de futuro. Es la receta perfecta para multiplicar el desastre educativo bajo el disfraz de un falso progreso. Los congresistas no buscan educar a nadie, buscan votos para su reelección. La educación superior, en sus manos, se convierte en simple moneda de cambio electoral.
El argumento esgrimido por Waldemar Cerrón, “el pueblo tiene derecho al estudio”, suena bien en titulares, pero es una verdad a medias. Porque lo que realmente está en juego no es el derecho al estudio, sino a una educación de calidad. ¿De qué sirve abrir universidades como si fueran bodegas de esquina si ni siquiera las actuales cuentan con infraestructura, financiamiento ni docentes suficientes? Lo que los congresistas promueven no es inclusión, es estafa académica.
Es evidente que a nuestros honorables congresistas les importa más inaugurar locales con placa y aplausos que garantizar un futuro digno a los estudiantes.
El Congreso, una vez más, demuestra que su vocación no es legislar para el país, sino para su campaña. Mientras tanto, la educación peruana sigue en caída libre, víctima del populismo y la mediocridad. Universidades nuevas para engatusar electores, viejas prácticas para hundir al Perú.