Preocupa que desde la izquierda peruana haya gente que nos quiera gobernar a partir de julio del 2026, pese a que se quedó anclada en los años 70 y que insiste en aplicar hoy, ya bien avanzado el siglo XXI, recetas como las que ya nos llevaron en el pasado al descalabro político, económico y social, y que nos han dejado como nefasto recuerdo a Petroperú, una empresa pública quebrada que solo se mantiene viva con inyecciones de dinero salido del bolsillo de todos los ciudadanos a cambio de nada.
Pero lo más alarmante es que esta gente que aspira a gobernarnos, viva en un mundo paralelo como para afirmar, por ejemplo, que Pedro Castillo fue víctima de un golpe de Estado dado por el Congreso, las Fuerzas Armadas, la derecha, los empresarios, los medios y quién sabe quién más, cuando el planeta entero vio por televisión a este sujeto disponiendo, desde el despacho presidencial y con su banda en el pecho, el ilegal cierre del Congreso, la toma del sistema de justicia y la convocatoria a una asamblea constituyente.
De otro lado, con total desparpajo afirman y repiten que hoy en el Perú se vive una dictadura, mientras que respecto a Venezuela, Cuba y Nicaragua dan tres mil vueltas verbales para tratar de “explicar” que en esos países parias y apestados para quien tenga algo de criterio y visión certera de la realidad, sí hay democracia, libertad y prosperidad económica pese a que salen a la puerta de su casa y ven a un mendigo venezolano con su hijo en brazos, que llegó acá huyendo de la pesadilla del chavismo que tanto ama nuestra izquierda.
Son los que ven a un sujeto pateando a un policía en el suelo durante una reciente marcha callejera, pero luego exigen que salga libre porque si se le detiene incluso en flagrancia, se está violando su “derecho a la protesta”. Hasta hacen plantones en la comisaría donde está arrestado y le llevan abogados para exigir su “inmediata libertad”. ¿Qué es esto?, ¿dónde estamos? A esta persona el Poder Judicial le ha puesto tres meses de arresto preventivo mientras es procesada.
No se puede tratar de gobernar un país con tremendas distorsiones en la cabeza, donde el golpista es visto como víctima de un quiebre democrático, la democracia es dictadura –y viceversa–, y el que es mostrado en videos atacando a la autoridad a patadas, es un pobre chico que merece ir a su casa a que su mamá le haga su dietita de pollo antes de irse a dormir para soñar con los angelitos. Ya pues señores, un poco de seriedad si es que aspiran a llevar las riendas de un país.