El gobernador de La Libertad, César Acuña, ha tenido el desparpajo de manifestar públicamente y con cara de pesar, que se siente indignado por las críticas a su gestión y al trabajo que dice hacer por quienes cometieron el gran error de elegirlo, a pesar de que como congresista y como alcalde de Trujillo jamás aportó algo a la lucha contra la criminalidad.
Esto fue luego de que el jueves último, un grupo de delincuentes colocó una potente carga explosiva en una vivienda de la urbanización Las Quintanas, muy cerca del centro de la ciudad, la cual afectó a 30 casas. Fue el tercer ataque de ese tipo cometido en la capital liberteña en lo que va del año.
Llaman la atención los lamentos de Acuña, cuando son conocidos sus constantes pedidos de licencia y sus viajes de placer y de negocios, mientras su región es atacada por la violencia que generan las extorsiones y la minería ilegal. Quizá quiere que ante cada bombazo y cada víctima del sicariato, la gente lo aplauda en las calles.
Está claro que a Acuña no le interesa su región, sino su próximo viaje de vacaciones o su campaña presidencial, para lo cual tendrá que renunciar al cargo de gobernador para el que fue elegido hasta el 31 de diciembre del 2026. No debería irse para no dejar a quienes confiaron en él, aunque quizá eso sea lo mejor para La Libertad.