En nuestro país suele predominar el catastrofismo frente a las malas condiciones de calidad educativa y los bajos logros de aprendizajes. Estos problemas son innegables y deben concitar la atención de los actuales y nuevos gestores políticos y educativos. Sin embargo, también hay que destacar varios avances educativos iniciados a partir del 2000. Por ejemplo: la generalización de la educación inicial de 3 a 5 años. Según la UNESCO, al 2015 superamos el 50% de su matrícula; y ahora en una concepción de obligatoriedad y oportunidad está generalizada en este ciclo. Igualmente, destaca la mejora de la primaria en los Estudios Comparativos de América Latina en relación con los resultados críticos de la evaluación del 2000. Otro avance relevante es la normalización y reconocimiento de numerosas lenguas amazónicas.
Un hito trascendental ha sido la implementación de la Carrera Pública Magisterial, basada en evaluaciones y méritos, iniciada en 2006 y que hoy ya incorpora al 71% de docentes nombrados. También deben valorarse las reformas que se han hecho en la tutoría, la evaluación formativa y la necesidad de la atención a las personas con discapacidad, lo cual hay que fortalecer en una perspectiva de educación en y para la diversidad.
Otro cambio positivo es el esfuerzo por reafirmar la identidad y la conciencia histórico-nacional en las festividades escolares, locales, regionales y nacionales. Es el caso de las celebraciones de Fiestas Patrias, en las cuales de los tradicionales desfiles escolares militarizados se ha pasado –sin dejar de destacar los valores de nuestras Fuerzas Armadas– a desarrollar desfiles donde se consideran además pasacalles y el folklore nacional en general. Un ejemplo es el desarrollo de la extraordinaria última Parada Cívico-Militar del último 29 de julio.




