La crisis de gobernabilidad se agudizó con el paro de transportistas del 6 de octubre, pero el detonante fue el ataque a la orquesta Agua Marina la noche del 8.

El 9 de octubre, a partir del mediodía, la situación escaló rápidamente. Por la noche, el Pleno del Congreso aprobó la admisión de cuatro mociones de vacancia. La presidenta no asistió ni hizo uso de su derecho a la defensa ya que, para ese momento, existían en demasía los votos necesarios para producir su vacancia.

Cabe señalar que entre 2024 y 2025 se presentaron varias mociones de vacancia y todas argumentaban lo mismo: la incapacidad moral (artículo 113 de la Constitución). Por lo tanto, surge la pregunta ¿qué tuvo que suceder para que las mismas razones que antes no fueron consideradas, incapacidad moral, ahora sí lo fueran?

La vacancia actuó como una válvula de escape social. De no haber ocurrido, este fin de semana habríamos sido testigos de marchas pidiendo la renuncia tanto del Ejecutivo como del Legislativo. En esa coyuntura, el Congreso vio la oportunidad de desprenderse de un lastre: la presidenta Dina Boluarte.

El escenario actual es complicado. La cofradía progre-caviar ha quedado descolocada, porque previamente a la vacancia, intentaron censurar a la Mesa Directiva para colocar a sus alfiles, sin éxito. Por ello, solo les queda incitar a la calle a través de una campaña relámpago mediática, orquestada, fuerte y contundente, con el fin de forzar la salida de José Jerí para repetir la estrategia y colocar a un Sagasti 2.0. Es predecible que la violencia recrudezca en los próximos días. El viernes, algo muy extraño sucedió con el alcalde de Lima.