La suerte de la exalcaldesa capitalina, Susana Villarán, parece estar echada en el proceso que afronta por corrupción y que ayer inició su etapa oral tras una larga e inexplicable espera, por más que la señora y su defensa traten de hacer creer a los jueces y a la ciudadanía que los dineros recibidos de las empresas Odebrecht y OAS fueron aportes de campaña y no una vil coima, teniendo en cuenta que ambas compañías brasileñas eran proveedoras de la Municipalidad de Lima.

Hace pocas horas, a través de RPP, Villarán ha vuelto a admitir que para la campaña contra la revocatoria del 2013 y su reelección al año siguiente, en efecto recibió dinero de ambas empresas, con lo que ha vuelto a aceptar estos hechos que ya fueron confesados en 2019, aunque se ha negado a precisar el monto. Según la acusación del Ministerio Público, serían alrededor de 11 millones de dólares los que fueron a parar a las manos de quien era una autoridad pública y de su entorno.

Según la Fiscalía, la contraprestación ilegal a ese pago que permitió a Villarán hacer millonarias campañas que según nos trataron de hacer creer, se financiaron con pollada, cenas en chifas y aportes de amigos, fue darles a Odebrecht y OAS facilidades para manejar a su antojo las tarifas de los peajes que hoy todos pagamos en la capital, una verdadera metida de mano al bolsillo de los ciudadanos de parte de una funcionaria elegida para que trabaje por los limeños y no en favor de unos delincuentes internacionales.

Un comentario aparte respecto al inicio de la etapa oral contra Villarán, merece el hecho de que hasta ahora el Ministerio Público no ha establecido si la muerte del exgerente municipal José Miguel Castro fue un suicidio o un asesinato. Recordemos que la misma exalcaldesa ha dicho que ella y el fallecido eran los únicos que conocían los detalles de los aportes, lo que hace evidente que mucha gente investigada y no investigada jamás hubiera querido verlo hablando ante un juez y las cámaras.

Es de esperarse que esta etapa oral no sea eterna como ha sido el proceso de investigación en el Ministerio Público. Las evidencias están allí, frente a los ojos de los magistrados que están juzgando a una señora que ha admitido sus delitos y que por años ha sido tratada con guantes de seda por un sistema de justicia que a otros a la primera los ha metido a la cárcel, para luego salir porque estábamos ante verdaderos excesos. Lo único que se exige es justicia sin más dilaciones.