Volviendo a la lectura que el fin de semana permite, en compañía de un café, mi gata y varias inquietudes, me pregunté qué habría escrito Thomas Hobbes si hubiese tomado como referencia a la República del Perú al concebir su célebre Leviatán.
En su teoría política, el Leviatán representa al Estado soberano, una creación social poderosa cuyo propósito es garantizar orden, paz y seguridad. Si Hobbes observara al Perú, concluiría que hemos perdido la soberanía: el Estado ya no es un cuerpo unificado ni una voluntad común. Las leyes se aplican selectivamente, las instituciones se enfrentan entre sí y la autoridad se diluye. Somos un Estado fragmentado, con múltiples cuerpos, pero sin cabeza. En este vacío, el ciudadano busca apenas sobrevivir, mientras los grupos ilegales y criminales avanzan para imponer sus intereses y, ¿por qué no?, erigir su propio Leviatán.
Hobbes advertiría que nos aproximamos a un estado de guerra permanente, donde nadie respeta ni teme al Estado y la autoridad se desvanece en todos los niveles. El contrato social está roto. Los gobiernos ya no gobiernan para la comunidad, sino para sí mismos, y el Perú se reduce a la suma de intereses individuales sin propósito compartido, sin bien común. La nación, en ese contexto, solo existe en el discurso poético.
Pero Hobbes también nos recordaría que no hay libertad sin autoridad. Reconstruir nuestro Leviatán no significa volver al autoritarismo, sino restaurar un poder legítimo, firme y justo que devuelva al ciudadano la certeza de que el orden y el bien común son posibles. Así las cosas, elPerú necesita una reforma institucional profunda, un nuevo pacto social que exprese, de verdad, la voluntad común de sus ciudadanos, si no, los resultados podrían catastróficos.




