Mucho cuidado con el Congreso que elijamos en abril próximo, y no me refiero solo a la latente posibilidad de dar un escaño a delincuentes, prontuariados y sinvergüenzas, sean “mochasueldos”, “niños” o hasta violadores, sino también a incendiarios, radicales y antisistemas como los que buscan tener mayoría en ambas cámaras a fin de llevar al país por el abismo del socialismo y las tiranías eternas que además solo generan pobreza y falta de libertades.

Lo señalo porque por estos días en que se van perfilando las candidaturas presidenciales y parlamentarias, solemos poner mayor interés en analizar a quienes aspiran a llegar a Palacio de Gobierno, y eso está muy bien. Sin embargo, no perdamos de vista la conformación del próximo Congreso, que será el lugar donde se definan muchas cosas, incluso la supervivencia de la Constitución de 1993, un instrumento que permitió la recuperación económica del país, la estabilidad de la moneda y la reducción de la pobreza.

Un presidente, incluso el más incendiario, podrá querer muchas cosas, como el cambio de la Carta Magna, pero sin mayoría en el Congreso que lo secunde, siempre estará atado de manos. Es lo que le pasó al impresentable de Pedro Castillo, quien no pudo prenderle fuego al país ni convocar a su soñada asamblea constituyente, porque la izquierda era minoría en el Parlamento. Como no tenía mayor margen, intentó dar un golpe de Estado, pero acabo en la cárcel, el único lugar donde podía ir a parar.

¿Y cuál es el afán por cambiar la Constitución de 1993 si muchos de los que reclaman ni la han leído? Pues asegurar reelecciones eternas –actualmente prohibidas para los presidentes– y eliminar los candados del capítulo económico, a fin de estar en condiciones de meter la mano en las arcas públicas para hacer populismo y ganar adhesiones regalando bonos, comida y puestos de trabajo en las empresas públicas que crearían, todo hasta que la plata se acabe. La receta es viejísima, y siempre ha acabado en fracaso.

Atentos con el Congreso, pues es allí donde se pueden estar jugando el destino del país. ¿Se imaginan si los Bellidos, Bermejos, Quitos, Chabelitas o gente como Pasión Dávila, Roberto Sánchez, María Agüero o esa otra señora a la que un asesor le cortaba las uñas, hubieran tenido mayoría? Sin duda ya estaríamos en la nefasta órbita del socialismo del siglo XXI, con Castillo tratando de reelegirse, al haber dejado de lado, empoderado, esas “pelotudeces democráticas” de las que nos hablaba un condenado por terrorismo elegido por Perú Libre.

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