El Congreso vuelve a mostrar su peor rostro. Desde la Comisión de Justicia se impulsa una nueva “Ley Mordaza”, un intento burdo y descarado de arremeter contra la prensa bajo el pretexto de impedir la “publicación indebida de correspondencia”. En realidad, lo que buscan es blindarse frente al escrutinio periodístico, silenciar las denuncias y apagar cualquier voz incómoda que ose mostrar lo que ocurre tras las sombras del poder. La democracia no se defiende con mordazas, sino con transparencia, pero parece que algunos congresistas no lo entienden o, peor aún, no les conviene entenderlo.
La iniciativa pretende sancionar la difusión de mensajes de WhatsApp, chats y correos electrónicos en reportajes periodísticos, cerrando así uno de los caminos más efectivos para destapar redes de corrupción. Se trata de un proyecto hecho a la medida de los que temen ser expuestos, de quienes tiemblan cuando la verdad se filtra. En lugar de legislar para el bien común, prefieren legislar para sí mismos, como si el Congreso fuese su feudo privado y no la casa de la representación nacional.
Resulta evidente que hay congresistas incapaces de tolerar la fiscalización y enemigos declarados de la transparencia. Cuando la prensa revela los tratos oscuros, los favores indebidos y los enriquecimientos ilícitos, no solo incomoda: amenaza la supervivencia política de los que han hecho del poder un negocio. De allí la desesperación por imponer un torpe veto, más propio de dictaduras que de un régimen democrático.