Estoy seguro que el Perú, y en especial el Congreso, harán un tremendo papelón al haber aprobado en el pleno el “declarar de interés nacional la recuperación y restauración, en tanto su estado de conservación lo permita” de los restos de la cañonera chilena Covadonga, hundida con un explosivo por la resistencia naval peruana el 13 de setiembre de 1880 frente a Chancay, pues desde hace mucho tiempo se sabe que lo poco que queda bajo el mar de ese navío de madera no pasa de ser unos cuantos tablones y astillas cubiertas de flora y fauna submarina.
El mismo proyecto aprobado por el pleno por iniciativa de la Comisión de Cultura del Congreso que preside Susel Paredes, indica “en tanto su estado de conservación lo permita”. Bueno, antes de perder el tiempo y exponer al país al ridículo internacional, han debido consultar al Ministerio de Cultura y a los detallados estudios que a lo largo de muchos años ha hecho la Marina de Guerra del Perú con buzos y expertos, para darse cuenta que es un absurdo pensar en “recuperar y restaurar” lo que casi no existe.
Recordemos que la Covadonga fue la nave que el 21 de mayo de 1879 no dudó en ametrallar a los náufragos de la fragata peruana Independencia una vez que esta chocó con una roca submarina en Punta Gruesa, mientras más allá, el inmortal Miguel Grau rescataba a los oficiales y marineros chilenos sobrevivientes de la Esmeralda, enviada al fondo del mar por la fuerza del espolón del monitor Huáscar. Obvio que tendría sentido pensar en “recuperar” la cañonera que tuvo ese nefasto rol en la campaña naval de la Guerra del Pacífico, pero los congresistas deben poner los pies en la tierra.
A fines de los años 90, estuve varias veces como reportero en el puerto de Chancay, siguiendo de cerca el trabajo que hacía la Asociación Pro Marina junto a un grupo de especialistas, entre ellos mi fallecido amigo Rómulo Rubatto, un gran impulsor de la extracción de objetos recuperables de la Covandoga, los cuales se conservan en el Museo Naval del Callao y el Museo Municipal de Chancay. Sin embargo, ya se tenía claro que extraer el casco de la cañonera chilena era un imposible.
Esta declaratoria de interés respecto a la Covadonga es pura demagogia y pérdida de tiempo de parte de este Congreso para el olvido. Si quieren hacer algo positivo y realista por la cultura del país desde su comisión, hay muchos temas que requieren atención como las amenazas de parte de traficantes de tierras que recibe la arqueóloga, antropóloga y educadora Ruth Shady, la madre del proyecto Caral, o la crisis de las entradas a la ciudadela de Machu Picchu, por citar solo dos. Trabajen y no quieran vender humo para ganarse aplausos.




