Para concluir con la seguridad ciudadana analizaremos el fortalecimiento del componente militar y policial, un pilar esencial en la estrategia de seguridad de El Salvador. El Modelo Bukele se caracterizó por una inversión en sus fuerzas armadas y policiales. Esto incluyó la ampliación del personal, la adquisición de armamento, vehículos blindados y la creación de batallones de reacción inmediata. Un elemento distintivo fue la construcción de Centros de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una megacárcel diseñada para 40,000 reclusos. Este fortalecimiento no solo fue material sino que estuvo acompañado de una clara directriz política que otorgó autoridad y respaldo necesarios para actuar contra las estructuras criminales.

En cambio, nuestra realidad presenta serias falencias. La ausencia de una estrategia integral y de largo plazo ha impedido el fortalecimiento y potenciación del servicio de inteligencia y de las fuerzas policiales y militares en la lucha contra la delincuencia común y organizada. Es inevitable recordar que, para enfrentar al terrorismo de Sendero Luminoso, se privilegió la inteligencia sobre la fuerza, conformando el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) como pieza fundamental con acciones efectivas. Por el contrario, las leyes y políticas de gobiernos del bloque progre-caviar, desde el 2000, han contribuido a debilitar la autoridad, competencias y fortalezas del sistema de justicia, convirtiéndola, en muchos casos, en un elemento reactivo sin un potencial disuasivo frente a la ola de criminalidad. La falta de una inversión sostenida, capacitación adecuada y un marco legal que respalde su accionar, deja a las fuerzas del orden en una posición vulnerable.