No es casualidad que Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga hayan escogido Trujillo como el centro de lanzamiento de su campaña presidencial. El bolsón de votos en una plaza picante como la capital de La Libertad es crucial en el sentido político y social, por lo que los líderes de Fuerza Popular y Renovación Popular tienen la misión de desplumar a Alianza para el Progreso de su hegemonía regional.
En lo político, un rival natural es César Acuña, quien intentará por tercera vez llegar a la presidencia mostrando sus credenciales de saliente gobernador regional. Esta plaza es fundamental para quienes busquen llegar al sillón de Pizarro por la gran cantidad de electores: la segunda región después de Lima con 1 565 056 ciudadanos hábiles para sufragar (Trujillo, 854 239), entre 793 894 mujeres y 771 162 hombres.
En lo social, la ciudad liberteña es el reflejo de un país inseguro, donde las organizaciones criminales han penetrado diversos estratos sociales. Por ejemplo, el Ministerio Público fue el escenario del primer bombazo criminal, El Porvenir es el distrito cuna de la banda más feroz: Los Pulpos, y Pataz es el descontrol de la informalidad delincuencial, donde hallaron una fosa con 13 cadáveres. Y eso que no menciono el narcotráfico, con la mayor lavandería del norte.
Como trujillano, ver que los candidatos presidenciales arriban a la ciudad es simbólico, la coloca de nuevo en la agenda nacional. Ahora falta que los planes de campaña incluyan soluciones viables, no solo leyes más duras y fórmulas misteriosas, sino estrategias preventivas transversales que involucren a la sociedad en su conjunto. Queremos más policías, jueces y fiscales honestos, pero también ciudadanos comprometidos con un cambio.




