A los peruanos no debería sorprendernos que un joven de apenas 20 años de edad como Tony Janzen Valverde Victoriano, alias “Pequeño J”, sea acusado en Argentina de torturar y asesinar a tres muchachas, una de ellas menor de edad, y que se le sindique como el cabecilla de una red de tráfico ilícito de drogas en dicho país, pues este sujeto de inocente apariencia y que al momento de su captura al sur de Lima decía ser inocente, es hijo de un conocido hampón trujillano eliminado por una banda rival en 2018.
Este sujeto que es pedido en extradición por la justicia argentina, creció en el barrio de Nueva Indoamérica, en el distrito de La Esperanza, donde fue formado para el delito por su propio padre, Janzen Valverde Rodríguez, cabecilla de “Los injertos de Nuevo Jerusalén”, quien en sus redes sociales no ocultaba su admiración por Pablo Escobar y el personaje de Tony Montana. Incluso hay videos en que este delincuente aparece al lado de su hijo, en ese entonces un niño, al que llama “bandido”.
El caso de “Pequeño J” debería hacer que los peruanos y en especial las autoridades, más allá de ver la violencia como un fenómeno que podría ser solucionado solo con la detención, juzgamiento y encierro de los asesinos, extorsionadores y traficantes de droga, analicen más y se den cuenta que la criminalidad organizada está pasando de una generación a otra y que eso no está haciendo más que perpetuar el delito, prolongando su sangrienta subsistencia por una o dos décadas más, como mínimo.
Allí está, como otro ejemplo, el caso de “Los Pulpos”, de la zona de Cruz Blanca, en el distrito de El Porvenir, que ya va por su tercera generación. Esta banda también trujillana fue creada por el abuelo y hoy su nieto es uno de los hombres más buscados por la Policía Nacional. El fundador de la organización ya murió y el hijo salió hace poco del penal de Challapalca, pero el “retoño” de este último anda prófugo hoy es sindicado como el responsable de horrendos crímenes y hasta de secuestros con torturas y asesinatos.
Sé que es mucho pedir, pero la lucha contra la criminalidad que nos agobia debería mirar más allá del día a día, si es que no queremos que se “asegure” la delincuencia por varios años más, pues sin duda los asesinos y extorsionadores de hoy están “haciendo escuela” en sus casas o en sus barrios. Si no se hace algo desde hoy, las consecuencias quizá las sigan pagando nuestros hijos y nietos, todo gracias a autoridades irresponsables y políticos como los que tenemos, que desde hace al menos 25 años están de brazos cruzados.