El gobierno del presidente interino José Jerí y en especial los ministerios de Economía y Finanzas; y Energía y Minas ha dado un gran paso en favor de las finanzas del país, al mandar a su casa al hasta ayer presidente del directorio de Petroperú, Alejandro Narváez Liceras, un izquierdista consumado puesto allí por la vacada Dina Boluarte para que administre ese desastre que es la quebrada empresa estatal, que sobrevive artificialmente con inyecciones de recursos públicos salidos del bolsillo de todos los peruanos.
Un país que aspire a ser serio, no puede cargar sobre sus espaldas y por razones netamente ideológicas, con una empresa deficitaria. Es evidente que el gobierno transitorio de Jerí no va a cerrar o vender Petroperú –que además nadie va a querer comprar–, pues ni existe una ley para hacer eso posible, pero al menos da la impresión de efectuar los primeros pasos para ir en ese sentido, que consiste en quitar esa millonaria carga a las finanzas públicas que están en azul, pero que podrían ir mejor.
Lamentablemente, la gestión de Narváez Liceras, un excandidato al Congreso por el partido de Verónica Mendoza y Roberto Sánchez, ha tratado a lo largo de su gestión iniciada en noviembre del año pasado, de vendernos el cuento de que sí es posible sacar a la petrolera estatal de la crisis que atraviesa a pesar de la descomunal deuda que tiene, que bordea los 7 mil 500 millones de dólares, parte de la cual tendrá que asumir el Estado gracias a malas decisiones del gobierno anterior.
Precisamente, entre los retos que tiene la flamante ministra de Economía y Finanzas, Denisse Miralles, está el plantear salidas a la crisis de Petroperú, que como problema adicional presenta una planilla de trabajadores con sueldos ajenos a la realidad financiera de la compañía, muchos de ellos agrupados en sindicatos que exigen beneficios como si la plata saliera por el caño cada vez que alguien se lava las manos. No quieren darse cuenta que están en una empresa cascarón que hace tiempo debió desaparecer por inviable.
En general, el gran desafío de la ministra Miralles es mantener una economía sana para entregarla en las actuales o en mejores condiciones a quien tome el poder en julio del 2026, lo cual pasa por generar confianza en los agentes económicos, destrabar proyectos dormidos en los escritorios de la burocracia, resistir los embates populistas de un Congreso lleno de gente ávida por la reelección y dejar de darle más plata a lastres como Petroperú, cuando hay sectores como Interior, Salud y Educación que la necesitan con urgencia.




