En más de una oportunidad el Congreso ha rechazado proyectos de ley que dan derechos a las minorías sexuales, como el matrimonio igualitario o la identidad de género, bajo el argumento de que las leyes deben responder a la mayoría y no a “grupos minoritarios”, pero ese mismo Congreso acaba de aprobar una norma orientada precisamente a una minoría muy específica: aquellos trabajadores cuya religión les exige guardar el sábado como día sagrado.

La contradicción es flagrante y demuestra que las mayorías congresales eligen arbitrariamente qué minoría merece protección legal. Las demandas de colectivos LGTBI+ son ignoradas, mientras que exigencias religiosas encuentran respaldo sin objeción, aunque el alcance real de la norma beneficie a menos del 1% de la fuerza laboral peruana.

¿Dónde queda el discurso de no legislar para minorías? El Perú es un Estado laico que debe garantizar equidad sin discriminación, favoritismo ni excepciones y resulta inadmisible que el Congreso decida arbitrariamente qué minorías son las que deben ser respaldadas cuando todos los peruanos y peruanas tenemos iguales derechos.

Esta no es una crítica a la norma ni a quienes se benefician de ella, sino al Congreso en sí, que revela una peligrosa selectividad sobre quién merece tener derechos.