Los resultados de la primera vuelta electoral en Chile, que han significado un duro golpe a la izquierda gobernante, hacen ver que los ciudadanos del vecino país del sur han reaccionado bien tras haber dado un paso en falso en 2021, cuando en medio del calor que venía de las revueltas iniciadas en octubre del 2019, llevaron a La Moneda a Gabriel Boric, un rojito sin oficio ni beneficio que solo podía exhibir como antecedente “político” el haber sido uno de los agitadores más visibles del llamado “estallido social”.
Si bien Jeannette Jara, representante de la coalición oficialista Unidad por Chile y militante del Partido Comunista de Chile, ocupó el primer lugar en los comicios del domingo último con 26%, la tiene muy complicada para el balotaje, pues es un hecho que los votos de la derecha reunida, que recoge el amplio descontento con la posibilidad del continuismo, se irán a su rival, José Antonio Kast, quien quedó por detrás de la señora por apenas dos puntos porcentuales. Su triunfo es inevitable.
No es el único viento de cambio en la región. En los últimos años las urnas han dado la espalda a varios de esos personajes de la izquierda en todas sus variables, que en sus campañas solo ofrecen políticas fracasadas que llevan a la miseria y la falta de libertades. Lo hemos visto en Argentina, Bolivia, Ecuador y hasta en Venezuela, donde el año pasado ganó la oposición encabezada por Edmundo González, aunque la dictadura chavista se haya robado los resultados y el manejo del poder.
El próximo año también habrá comicios presidenciales en Colombia, donde se espera que cualquier candidato de la izquierda reciba una soberana pateadura electoral, tras el fracaso del impresentable exguerrillero Gustavo Petro, un triste personaje que será recordado como un aliado de su vecino y socio ideológico Nicolás Maduro, señalado por Estados Unidos como el cabecilla de la banda de narcotraficantes llamada “El cartel de los soles”, y cabeza visible de una tiranía genocida.
En el Perú, luego de lo que ha significado tener como presidentes a Pedro Castillo y Dina Boluarte, ambos elegidos por el partido de izquierda radical Perú Libre, encabezado por un prófugo de la justicia como Vladimir Cerrón, que sueña en convertir a nuestro país en una nueva Cuba, no tendríamos perdón si es que volvemos a optar por la ruta del descalabro. Depende de nosotros, tenemos las cartas sobre la mesa y sabemos cuáles ya han significado un rotundo fracaso.




