El reciente triunfo del centrista Rodrigo Paz en las elecciones de Bolivia —encarnando un viraje hacia posiciones de centroderecha tras casi dos décadas de predominio del Movimiento al Socialismo (MAS)— marca un hito importante en la región e invita a un análisis sobre sus implicaciones para países vecinos como Perú.
En Bolivia, el desgaste de MAS por la crisis económica —inflación elevada, escasez de combustibles y dólares, fractura interna en la izquierda— provocó que el electorado buscara alternativas reformistas antes que rupturistas radicales. El hecho de que la segunda vuelta enfrente dos candidatos de signo moderado y de centroderecha demuestra la fatiga hacia extremos ideológicos.
¿Podría este fenómeno contagiarse a Perú? En parte sí: el escenario peruano también muestra cansancio frente a polarización extrema de la clase política ante la falta de opciones con verdadero valor público y la creciente percepción de inoperancia del aparato estatal en todos sus niveles que se ve reflejada en la precariedad de los servicios de salud, la seguridad ciudadana, y acceso limitado a servicios públicos diversos.
Sin embargo, el contexto peruano difiere en varios aspectos, por ejemplo, la kafkiana fragmentación partidaria en el país y la ausencia de verdaderos liderazgos que logren capitalizar el descontento popular. En el Perú, dadas las reglas electorales, los extremos ideológicos pueden bloquear el avance de una opción de centro derecha.
Una opción de derecha moderada será viable en la medida que sea capaz de construir un proyecto creíble que combine estabilidad macroeconómica con políticas sociales, un capitalismo para todos como consigna de gestión como la del ganador de Paz Pereira. La derecha peruana se encasilla en gestas que para el ciudadano de a pie poco le importan, la derecha debe comprender que la justicia y el desarrollo social no tienen por qué ser discursos exclusivos de la izquierda.




